Vicente Gregorio y Ernesto Quesada

Para referirme a Vicente y Ernesto Quesada, tomare como hilo conductor el testamento que Vicente redactó el 5 de febrero de 1912.

En una de sus clausulas dice que deposita en su hijo Ernesto su más plena confianza…”habiéndonos siempre entendido en vida, teniendo comunidad de gustos, ideas y aspiraciones, por lo cual le bendigo especialmente… pues ha sido la gran satisfacción de toda mi vida este ardiente cariño que he tenido y tengo por él y que él ha tenido y tiene por mi…pues siempre amó y respetó a su padre y con él vivió en estrecha comunidad de ideas y sentimientos.”

Era tan profunda esta unión entre padre e hijo que para referirnos a la trayectoria  de Ernesto  es necesario comenzar por comentar aunque sea brevemente la de Vicente

Diremos entonces que Vicente G. Quesada nació en Buenos Aires el 5 de abril de 1830 en plena época Rosista. Era el cuarto de los doce hijos de don Cipriano Lope Quesada y María  del Sar, el único que realizó estudios en la Universidad, su tesis en jurisprudencia, defendida en 1850 fue sobre “NO PUEDEN PRESCRIBIRSE LAS COSAS ROBADAS HURTADAS O POSEIDAS DE MALA FE”.

No nos detendremos detallando la brillante carrera como funcionario y diplomático, solo diremos que esta  comenzó con un nombramiento en el Ministerio de RREE, y que toda su conducta fue impulsada  por un profundo sentimiento de amor a su país.

El 28 de junio de 1857, con 25 años de edad se casó con Elvira Medina, de la que tuvo cuatro hijos,  solo sobrevivió Ernesto nacido en 1858. Este matrimonio duró muy poco tiempo, dice el testamento: “de la cual vivía separado de hecho durante muchos años”. Vemos entonces a Ernesto con solo siete años viviendo al lado de su padre, quien se ocupó de darle una formación intelectual sumamente exigente, pues Vicente consideraba que un hombre brillante intelectualmente, es superior a un hombre rico o a un gran político, el hijo fue dócil a esas enseñanzas, donde el saber y la preparación eran primordiales, se entusiasmó con el mundo que le presentaba su padre, el mundo de las ideas.

En una visión a vuelo de pájaro diremos que Vicente, como secretario de Vicente F. López asistió al Acuerdo de San Nicolas; en 1855  fue Diputado en el Congreso de Paraná; entre  1863 y 1871, junto con Miguel Navarro Viola publicaron “La Revista de Buenos Aires” que a criterio de Paul Groussac, se trataba de una publicación “mixta”, es decir  con la consistencia de un libro, y la actualidad de un periódico. Con veinticinco números editados, la Revista dejó de existir por razones económicas, las suscripciones no fueron suficientes para asegurar su supervivencia. Según Quesada existía en ese entonces una “tensión” entre la política y la actividad cultural

En 1871 Vicente  fue nombrado Director de la Biblioteca Pública de Buenos Aires,  o sea la Biblioteca Nacional, cargo que ocupó hasta 1877. “el acierto de tal designación se manifestó a lo largo de su labor, que transformó a la biblioteca en una de las instituciones más prestigiosos de América.   

Veamos entonces que ocurría con Ernesto por esos años. Surgieron en Buenos Aires diferentes grupos de intelectuales que como Vicente,  preocupados por promover la cultura, se reunían en forma sistemática para que  mediante el intercambio de ideas ampliar sus conocimientos. Nuestro protagonista con solo catorce años asistía a las tertulias  que realizaban Alejandro Rosa, Ángel Justiniano Carranza, José Marcó del Pont, Enrique Peña, Aurelio Prado y Rojas, dueño de una importante colección de numismática, fueron estas reuniones muy enriquecedoras y en cierta forma los primeros pasos en esta disciplina de la que Ernesto  no se apartó jamás. Digamos que el 16 de junio de 1872, los arriba nombrados acompañados por Bartolomé Mitre, Juan Alsina, Miguel Salas y Luis Fontana  fundaron el Instituto Bonaerense de Numismática y antigüedades, en su primera etapa, pues con el fallecimiento de Prado y Rojas en 1878, el Instituto desapareció.

Volvamos a los Quesada que en 1873 viajan juntos a Europa, Vicente para  estudiar la organización de las bibliotecas públicas, en ese continente, mientras que su hijo quedó pupilo durante un año en un Gymnassium en la ciudad de Dresden, estadía que marcó a fuego la personalidad de  Ernesto.   Descubrió el viejo mundo y se enamoró de la cultura germanica, al finalizar su estadía,  el alemán al igual que el inglés y el francés  pasaron  a ser parte de su vida. Fue durante ese viaje que visitaron a Rosas en Southampton, encuentro que no fue bien visto en una Buenos Aires donde el recuerdo del ´Restaurador de la Leyes estaba aun muy fresco. Veinte años más tarde Ernesto diría que “no era posible juzgar ese período cubriendo un bando con el denso velo de la palabra tiranía y envolviendo al otro en la aureola celeste de la “libertad”……y, continua diciendo “debemos confrontarnos sin odios ni prejuicios a la figura de quien supo  ganarse el corazón de las masas sin dejarse condicionar por ellas”.

En España, Vicente realizó estudios en la Biblioteca de la Real Academia de Historia, la Biblioteca Nacional y en Sevilla en el Archivo de Indias, estudió documentos coloniales que le permitieron establecer con exactitud los  límites con Chile, esta información se refleja en la publicación “La Patagonia y las tierras australes del continente americano”.1875

Entre 1877 y 1880, Vicente  fue diputado por la Provincia de Buenos Aires, cargo del que fue destituido por negarse a acompañar el traslado del Gobierno a Belgrano.

En 1881, los dos Quesada fundaron “LA NUEVA REVISTA DE BUENOS AIRES” Ernesto con veintitrés años bregaba por una revista menos seria que la anterior, lejana a las luchas partidarias, cuyos artículos reflejaban  una total  independencia de opiniones, donde le interesaba volcar sus experiencias intelectuales  europeas. Vicente por su parte escribía sobre un tema que suscitaba un cierto interés en ese momento: el Americanismo. Cuatro años más tarde Ernesto tomó el control de la Revista, cuyo objetivo en esa nueva etapa fue el de reflejar la evolución de la vida intelectual argentina.

En 1882, Vicente fue designado por  el Presidente Roca,  Ministro Plenipotenciario ante el gobierno del Brasil, Ernesto por su parte quedó en Buenos Aires, y emprendió una nueva vida al casarse con una nieta del General Ángel Pacheco, sigamos  el ya mencionado Testamento, donde leemos: “ El casamiento de mi hijo con Eleonora Pacheco se celebró el 19 de junio de 1882, encontrándome yo como Ministro en Rio de Janeiro, siendo representado como padrino, por mi antiguo amigo el general Doctor Benjamín Victorica, a la sazón Ministro de la Guerra y siendo madrina la madre de mi nuera doña Laura Bunge de Pacheco”. Por otra parte en  el documento  Vicente enumera los bienes donados espontáneamente a su hijo…” porque deseaba que por su parte incorporara  a su matrimonio con doña Eleonora Pacheco tanto o más de lo que esta aportó sucesivamente por herencia de sus padres, a fin de establecer la igualdad de dote y de fortuna entre ambos cónyuges, así le he entregado sucesivamente: primero: mi casa calle Tacuarí, que fue expropiada para la apertura de la Avenida de Mayo. Segundo: mi terreno de la calle Arena que fue también expropiada para ensanche de los Mataderos, Tercero: mi casa calle Piedad hoy Bartolomé Mitre, frente a la iglesia de la Piedad, Cuarto: mi quinta de la Batería en la Ciudad de Corrientes también expropiada para la Escuela Normal, Quinto: los títulos de fondos públicos que tenía depositados en el Banco de Londres y Rio de la plata y el complemento en dinero a fin de que comprara la casa calle Paraguay numero mil doscientos cincuenta y tres y mil doscientos cincuenta y cinco que linda con la mía de calle Libertad y la completa formando una propiedad considerable con su salida a dos calles…” es que Eleonora Pacheco  heredaría , de su padre Román Pacheco fallecido en 1871, una enorme fortuna que ya detallaremos más adelante, y en  1900 recibió de su madre Laura Bunge, una fracción de tierra mas valores en dinero y acciones. “…mi hijo en su matrimonio ha tenido la siguiente descendencia: Fernando Vicente, Rodolfo Ernesto,  Ernestina Blanca Beatriz, Vicente Federico, y Eduardo Ángel…”

Poco tiempo después de casados, Ernesto y Eleonora,  emprendieron un viaje por Europa que se prolongaría hasta los primeros meses de 1886, de hecho  Fernando el hijo mayor, nació el 9 de mayo de 1885 en Florencia, Italia.

En 1885,  Vicente fue enviado en misión a los EEUU, destino que unió nuevamente a nuestros protagonistas,  Ernesto acompañó a su padre a instalarse en ese país, donde este pudo   palpar el poco aprecio y consideración que los Estados Unidos tenían (y tienen) por el mundo hispanoamericano.

Entre 1891 y 1895, el padre ocupó cargos diplomáticos en México, Paris, la Santa Sede y como Ministro Plenipotenciario en  Madrid, donde su casa de la calle Alcalá Galiano  llamada “la casa del abuelo”, estaba engalanada con tallas antiguas y magníficos tapices, por allí pasaron los principales intelectuales españoles  del momento, y se comenta que a las fiestas organizadas por Quesada,  asistían las damas mas importantes y los hombres más eminentes de la Corte. Vicente, fue nombrado miembro correspondiente de las Reales Academias de Lengua y de la Historia, su último destino fue Berlín, donde se desempeñó hasta 1904, con setenta y cuatro años de edad, decidió volver a su país alejándose de la intensa actividad diplomática.

Ernesto por su parte, volvió a Europa realizando un recorrido por Italia, instalándose por un tiempo en Paris, regresando a su país en octubre de 1886, donde desplegó una gran actividad intelectual. En 1887, se hizo efectiva la  herencia que Eleonora recibió de su padre Román Pacheco, correspondiéndole una casa en la calle Cerrito y   una fracción en cada una de las estancias o sea unas dos  mil Hectáreas en Chacabuco y   cerca de quinientas hectáreas en el Partido de las Conchas. Ernesto como administrador de los bienes de su mujer, se transformó en  un exitoso empresario, uno de los tantos que  tan bien retrató Julián Martel en “La Bolsa”, desoyendo  los sabios consejos de su padre. En el Instituto Iberoamericano de Berlin, se encuentra archivada la correspondencia intercambiada entre ellos durante ese periodo, donde Vicente, con una cierta machaconería desaconseja a su hijo las inversiones especulativas de la Bolsa.  Ernesto se dejo encandilar por las luces de la década del 80 para estrellarse con la cruda realidad de la crisis de 1890.

 Fue en ese año, que realizó una “vuelta al redil”, al  emprender  su primera obra de envergadura, con la idea de reivindicar la figura del abuelo de su mujer el general Ángel Pacheco, él consideraba esta empresa como un deber familiar.  En 1893, publicó “La época de Rosas”, obra compuesta por una serie de monografías cuyos títulos son: “Acha y la batalla de Angaco” , “Los unitarios y la traición a la patria”; “Pacheco y la campaña de Cuyo”; “Lavalle y la batalla de Quebracho Herrado” y “ Lamadrid y la coalición del norte”.  Dice Ernesto en el libro “La decapitación de Acha: “Y bien corre por las venas de mis hijos, la sangre de aquel patriota ilustre brillante, guerrero de la Independencia, militar pudoroso y altivo, oficial distinguido si los hubo, vencedor en diversas batallas, siempre al servicio de la bandera nacional y sin que jamás la pureza de su gloria militar se manchara con alianzas extrajeras para combatir al gobierno de su patria”. Ernesto podía reivindicar a Pacheco pues tenía en su poder el archivo privado del General, fuente que nadie había podido consultar hasta ese momento. “en los escritos de esta época, Quesada iba a reiterar, además que no pretendía imponer la ultima palabra sobre los temas que estudiaba, pero que el suyo era un conocimiento basado en pruebas. La historia debía asentarse en fundamentos sólidos y para eso era indispensable construir los materiales para estudiarla”.

Es por esos años que Ernesto retoma los encuentros  con numismáticos e historiadores. Para conocer mejor  esa etapa de su vida, echaremos un vistazo  a su libro, “Numismáticos Argentinos” un suerte de “biblia” consultada por numismáticos  e historiadores pues  resume de forma magistral la historia de esta disciplina en el Buenos Aires de 1893. Escrito en primera persona y con un estilo ágil y dinámico, esta obra hace las veces de “memoria” de su autor  “…porque yo, a pesar de pertenecer al grupo  por afinidad de estudios históricos y amistad inmemorial, he perdido el recuerdo de cuando tomé la costumbre, todavía gratísima para mi, de comer invariablemente todos los domingos en casa de Enrique Peña y de sobremesa arrellenados en los cómodos sillones de su simpática biblioteca, charlar amistosamente sobre temas de historia y disciplinas afines… no fui nunca numismático profesional, pues realmente no me sentí con vocación para ello…de mi, sé decir tan solo que, tertuliano constante de la primera época en lo de Peña, fui naturalmente de los fundadores de la Junta oficial en 1893, en su segunda época en lo de Alejandro Rosa, durante la cual se  ocupaba exclusivamente de numismática americana, por lo cual así correctamente se denominó Junta de Numismática Americana…y he continuado siéndolo después de la evolución de 1901, que inicia su tercer época en el Archivo Nacional, con el cambio de nombre llamándose ahora Junta de Historia y Numismática Americana”.  Pero al iniciarse la segunda época de 1893, continua Quesada,  nos reuníamos los domingos en casa de Rosa y nos presidía frecuentemente Mitre… hoy siguen funcionando en el recinto del Archivo Nacional pero ya no es ni la sombra de lo que se llamó al principio y que propiamente era una tertulia familiar de un reducido grupo homogéneo de estudiosos de asuntos históricos, sin reglamento ni mesa directiva, ni actas….El 11 de agosto de 1901, la primera de las actas de la Junta indica que Mitre    “creía necesario que la Junta diera señales de vida haciendo algo práctico y de utilidad y no limitarse a mandar acuñar medallas… el documento enumera las resoluciones adoptadas en dicha asamblea que consistieron en encargar a los socios la redacción de sendos trabajos históricos numismáticos destinados a leerse en la Junta y a ser después publicados…asimismo se designaron las primeras autoridades que fueron solo tres: Mitre como presidente, Rosa como vicepresidente y Marcó del Pont como secretario. Se decide también celebrar las sesiones  periódicamente el primer domingo de cada mes y encargar a Ernesto Quesada buscara un lema adecuado para la Junta, Así comenzó esta su periodo de organización prosigue Quesada…”

Como ya lo señaláramos, la preocupación de Ernesto por la defensa de la memoria de Pacheco lo siguió durante gran parte de su vida, es así que  como integrante de la Junta en 1895, logró que se acuñara una medalla en conmemoración del centenario del General Pacheco. La medalla lleva en el perímetro superior la leyenda Centenario del General Ángel Pacheco en el perímetro inferior, separado por dos pequeñas estrellas de seis punta 1795 –XIV Junio – 1895. En el campo el busto del General Ángel Pacheco con uniforme militar, sobre dos gajos entrelazados de roble y palmera, debajo del cual se lee J. Domingo (grabador) En el Reverso dentro de un círculo en el perímetro superior se lee la leyenda. Campañas de la Independencia Americana, en el perímetro inferior separa por tres estrellas pequeñas de cada lado, la leyenda Republica Argentina, en el campo y dentro de un circulo con adornos en cinco líneas el nombre de las campañas Sanmartinianas, San Lorenzo, Alto Perú Chacabuco, Maipú, Ituzaingo.  Se acuñaron cien medallas en cobre, existe un ejemplar muy raro en plata que pertenece a la colección del Dr. Manuel Padorno. Sería de gran interés seguir comentando este valioso libro, pero a la vez  por demasiado extenso el tema y limitado el tiempo lo dejaremos para una próxima ocasión.

Volvamos un momento a Vicente Quesada que como dijimos en 1904 regresó  a Buenos Aires y se instaló en su casa de la calle Libertad, transformada en un pequeño museo. Así lo refiere el testamento que en una de sus clausulas describe su residencia de esta forma:…”respecto de mis muebles y colecciones artísticas reunidos durante los veinte años de mi vida diplomática…se componen de: 1º  de mi museo de tallas, 2º de la serie de tapices 3º de los muebles artísticos. El museo es formado con objetos de arte, imágenes originales, antiquísimas y modernas clasificadas por siglos por mi amigo el célebre pintor Moreno Carbonero en Madrid. Las tallas son en su mayoría españolas pero las hay italianas numerosas y varias francesas, además de las imágenes hay numerosos objetos tallados en madera, todos antiguos, columnas, mesas, sillas y muebles, muchos de los cuales han pertenecido a personajes celebres, como adquisiciones hechas en las ventas de los palacios de Medina Celi, de Osuna y otros en Madrid, una numerosa colección de espejos y cornucopias, algunos tallado el cristal y con marcos de madera talladas. En cuanto a los tapices la serie de hermosos tapices flamencos fue adquirida por mi, del agente encargado pertenecientes a la Catedral del Borgo de Osuma, a la cual habían sido donados a principios del siglo diez y seis por el Emperador Carlos Quinto de modo que soy yo el tercer propietario de aquellos cuya compra efectuó por indicación del Nuncio Apostólico en Madrid Monseñor Di Pietro, los otros tapices son gobelinos antiguos y pocos modernos, estos y los flamencos forman un total de trece cuyo valores hoy muy subido y son muy buscados en Europa. …” La idea de Vicente era que  su hijo solicitara del gobierno Argentino la adquisición de esas colecciones para que se conservaran en cualquiera de los Museos Nacionales en una o varias salas sin desmembrar ni dividir el todo y bajo la expresa condición de que llevara el titulo  “Colección Vicente G. Quesada”… No podemos dejar de mencionar la importantísima biblioteca que ocupaba un salón de treinta y cinco metros de largo por diez de ancho. Contenía muy cerca de cincuenta mil volúmenes sin contar el archivo donde se guardaban unas diez y ocho mil copias de documentos referentes a la historia del continente americano, desde su descubrimiento y conquista hasta la época de su independencia. Sin duda era la biblioteca particular más valiosa y extensa del país.

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Nos interesa  comentar la ultima voluntad de Vicente, que  “deja a su hijo Ernesto, “ todos mis papeles y libros inéditos para que los publique oportunamente en todo o en parte según su buen criterio se lo indique, esta es una carga que le impongo sin plazo y si sus recursos y su tiempo se lo permiten también le pido quiera hacer una edición de mis obras completas incluyendo las ya publicadas en libros y revistas y las inéditas que dejo…pero como esa publicaciones dada la falta de mercado para tales libros, existe en nuestro país solo podría hacerse con la ayuda del tesoro público lo autoriza y aun le impongo porque se que en esto violento sus inclinaciones que solicite en recuerdo de mi memoria del Honorable Congreso de la Nación los fondos necesarios para ello, pues entiendo que mis servicios al país sobre todo en las cuestiones de limites por cuyo trabajo no recibí compensación pecuniaria me dan derecho para pedirlo…”

“…a mis nietos ( y en ellos el ve a todos sus descendientes) les recomiendo especialmente que amen y sirvan a la patria según sus aptitudes e inclinaciones como la he servido yo en los distintos puestos de mi carrera de hombre público y de escritor, como la ha servido y sirve mi hijo Ernesto como escritor, profesor universitario y magistrado, a la patria se le puede servir en todos los órdenes de la vida, sean ruidosos como modestos…”

Vicente G. Quesada falleció el 19 de septiembre de 1913, quiero  cerrar el capítulo de su vida con una semblanza realizada por  su tataranieta Ximena Nazar Anchorena: “analizando los documentos sobre la vida y la obra de Vicente Quesada, es claro que fue un brillante exponente de la figura de un hombre de su tiempo en el pleno sentido de haber estado involucrado en los temas y conflictos de su época en los hechos que hicieron la historia de nuestra patria y formaron nuestra cultura. Tomaba posición con su actuación en la vida pública y con su trabajo intelectual, abogando en sus artículos y libros por la defensa de sus ideas. Siempre defendió la lucha y la confrontación en el terreno de la política y el debate cultural, en sus acciones y sus publicaciones decidiendo participar en la vida pública con gran altura moral y compromiso. Sostenía: “Pongámonos en el camino de la Justicia que es perpetua e inmortal y rechazaba las acciones por la fuerza y la imposición dictatorial”.

La muerte de Vicente, fue para el hijo un duro golpe:  “Emprendió él ya el viaje sin retorno y es esa honda herida en mi alma, que el tiempo no puede cicatrizar”. Desde ese momento   Ernesto vivió una gran soledad, pues la mala administración de los bienes de Eleonora, sumada a la crisis de 1890,  motivaron    la quiebra económica  y  un cierto  empobrecimiento familiar que terminaron con  la separación del matrimonio en 1912.  Debemos decir que ya en ese momento era considerado como una de las más brillantes personalidades del pensamiento argentino, a más de un destacado escritor.

Fue el inspirador y organizador de la cátedra de Sociología en la Facultad de Filosofía y letras de la Universidad de Buenos Aires, creada en 1899,  dictada hasta 1904 por Antonio Dellepiane, y retomada por Quesada desde 1904 hasta 1924. Apasionado por la docencia se ocupó año tras año de actualizar los contenidos de la materia, exponiendo cada vez un  aspecto diferente de la misma, el doctrinario, el histórico o el de aplicación a los fenómenos de la vida americana. Desde el  punto de vista doctrinario Quesada defendió la teoría de la Sociología como síntesis de las demás ciencias sociales. Apoyándose en un primer momento en el positivismo de Comte, que se aparta de la religión y consagra la ciencia como única vía para conocer la realidad, y el evolucionismo Spenceriano  pasó luego a defender el relativismo de Spengler cuyos escritos introdujo en el país.

En 1913, poco antes de morir, Vicente fue entrevistado por la periodista Leonor Deiters corresponsal en Sudamérica del diario liberal Koelnische Zeitung. En 1914, Ernesto recibió una carta de Leonor en la que le pedía hiciera conocer y defender en Argentina  la posición de Alemania en la Guerra, ella por su parte se comprometía en publicar los escritos de este en el periódico. Así comenzó una relación en un principio totalmente intelectual que termino con un viaje de Deiters a Buenos Aires en 1919, donde se instaló hasta 1927. Durante  este periodo la preocupación dominante de Ernesto era dar curso al testamento de su padre, ofreciendo la biblioteca que ya en ese momento tenía ochenta mil volúmenes al gobierno Argentino, el presidente Marcelo T. de Alvear se entusiasmó con adquirir todo como diríamos hoy “ a tranquera cerrada” para instalar allí, el Rectorado de la Universidad de Buenos Aires, a pesar de los esfuerzos de Jose Arce, el proyecto cayó en vía muerta fracasando la negociación … el testamento decía que de encontrarse en esta situación buscara una solución  vendiéndola  en Europa, pero que no dividiera lo que con tanto esfuerzo él había  reunido, Ernesto desechó ofertas provenientes de Estados Unidos, transfiriendo la biblioteca al Estado Prusiano. Así nació el Instituto Iberoamericano de Berlín formado por esta biblioteca y otros dos legados mas  cuya misión era y es, fomentar las relaciones culturales entre el mundo germano y el latinoamericano.

Ernesto Quesada se instaló a vivir en Berlin, donde además de organizar el Instituto ya mencionado, fue nombrado profesor de la Universidad. Luego se instaló  en Spíez, una pequeña ciudad en la Suiza de habla Alemana, donde falleció el 7 de febrero de 1934,  alejado de su familia y de sus amigos de  argentina, con pocos contactos con el mundo cultural de Buenos Aires. Así pasó sus últimos años, en una casa típicamente suiza, acompañado por Leonor y  rodeado de la colección de objetos artísticos adquiridos por su padre y de los manuscritos de este que trató infructuosamente de publicar.  

Terminemos esta semblanza con un texto de su autoría  “ahí están varios volúmenes suyos dedicados a mí como otros míos están dedicados a él y es su espíritu el que más me ha alentado en horas de desfallecimiento a seguir siempre en la lucha por la ciencia y el estudio”.

Para terminar diré que no coincido con Pablo Buchbinder, autor del libro “Los Quesada” quien dice que Vicente fue un político y diplomático “de segundo orden”  y “que ambos ocuparon y ejercieron responsabilidades institucionales tanto en el ámbito político como en el cultural pero probablemente no de primer nivel”. Dice también el autor que para sus expectativas, sus esfuerzos y formación, los reconocimientos fueron insuficientes…ni Ernesto ni Vicente no alcanzaron el éxito que esperaban…pretendieron construir un liderazgo que no llegaron a ejercer…”  Considero que los Quesada no buscaron nunca ocupar cargos de gran importancia, no tenían ambiciones de “estrella”  porque ellos mismos eran hombres de primer nivel.  Los Quesada no tenían como meta construir liderazgos, sino “amar y servir a la patria…como la he servido yo y como la ha servido y sirve mi hijo Ernesto”.  Vicente canalizó su actividad a través de la diplomacia, pero no fue un hombre que se limitó a cumplir su misión, estudió y fue un experto en los limites con Chile, jugó ese torneo como una primera espada, frente al Chileno Miguel Amunatégui, defensor de las tesis Chilena. Quesada basándose en los documentos originales de creación del Virreynato del Rio de la Plata, expuso con brillantez los fundamentos de la Argentina.  Fue insustituible en el manejo de la Biblioteca Pública y si elegí su Testamento como hilo conductor de esta semblanza es porque considero que este documento es un himno al optimismo y al amor a la patria, es el Testamento de un hombre pleno que ha logrado su meta.

Carlos Ibarguren en su libro “la Historia que he vivido” dice que Vicente fue “un argentino que acrecentó nuestra cultura con excelentes obras sobre historia colonial y diplomática… su juventud se inició en los días de la organización nacional. Don Vicente, su hijo Ernesto y Rafael Obligado fueron presidentes de la antigua Academia de Filosofía y Letras…su distinción personal, y refinado trato social unidos a su vasto saber y profundo conocimiento del mundo, de nuestro pasado y de sus personajes cuyas amenas semblanzas acuñó en Memorias de un Viejo animaban su interesante conversación dando relieve a su cultísima personalidad.

 En cuanto a Ernesto canalizó su inquietud  intelectual a través de la cátedra, y de la justicia, sabiendo que para transformar una sociedad hay que cavar muy hondo en la tierra para que las ideas germinen. Fueron hombres valientes que se jugaron por sus ideas, la Argentina les debe mucho a ellos y a toda esa generación de “hombres de olvidados” que hicieron nuestra Patria.

Josefina Fornieles 13 de junio de 2013

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