Julio Vanzo Medallista
En el libro que escribiera Fernando Fariña, director del Museo Municipal de Bellas Artes “Juan B. Castagnino” de Rosario en homenaje a Julio Vanzo con motivo de la muestra que se realizó para su centenario en 2001, lo describe como autor de “.pinturas, esculturas, diseños, escenografías, murales, caricaturas, ilustraciones, decoraciones,, y sorprendentemente no registra su actividad como medallista. Es justo que habiéndome unido una amistad heredada de mi padre con nuestro artista, recoja en este trabajo su producción como grabador.
Vanzo nace en Rosario en 1901. Desciende de una familia de artistas plásticos austríacos y su padre, el primero en llegar a este país, se desempeñó como periodista. Según nos contaba, fue asesinado en 1912 por una investigación que estaba realizando y en ese drama no estuvo ajena la mafia que ya por esos años iba tomando fuerza en la ciudad. Como resultado de este desgraciado suceso, debió comenzar a trabajar desde muy joven para sostener a su familia, en una escribanía y además como dibujante para comercios rosarinos en sus campañas publicitarias.
A los 14 años recibe un premio de dibujo y eso lo lleva a tomar la decisión de que sea ese su oficio para toda la vida. Su adhesión a la Democracia Progresista y admiración personal por Lisandro de la Torre, le hace dedicarse a la caricatura política y al dibujo del día sobre la actualidad en el diario “Tribuna” que era el órgano del partido. En 1969 pintará un retrato de cuerpo entero del ejemplar tribuno para su sala en el Museo Histórico de Rosario.
En lo artístico, desde un comienzo de búsqueda a través del cubismo, pasa con el tiempo a un manejo amplio del color, logrando sorprendentes y atrevidas contraposiciones con una paleta elevada y altamente audaz para su época. Su primera muestra individual, la realiza en Witcomb de Rosario en 1919, continuando a lo largo de su vida con notable éxito. Alguna vez una de sus obras fue rechazada por impúdica en un salón – año 1929 -, lo que llevó a un periódico á decir que “la inconveniencia e inmoralidad está, no precisamente en el cuadro, sino en los censores”.
Desde principios de los años veinte le une una enorme amistad con el artista rosarino y argentino de mayor peso a nivel internacional: Lucio Fontana. Esta relación, les lleva a compartir su taller y se mantiene no solo durante las dos permanencias de Fontana en nuestro país, sino cuando ya radicado en Italia, allí se lo considera por su “Manifiesto Blanco” y sus “tagli” y sus “bucchi” el artista “italiano” más innovador y de mayor trascendencia del momento. Exponen en una oportunidad en forma conjunta en la galería Renom de Rosario. Innumerables veces trató Fontana de llevarlo a vivir a Europa, pero la sucesión dramática de los acontecimientos en su vida, hicieron imposible este proyecto.
Influye también en forma destacada en su estilo, el aporte de las vanguardias europeas que trae consigo el otro gran rosarino que es Antonio Berni, cuando regresa de Europa después de cinco años de estudios, becado por el Jockey Club de Rosario. Asimismo la visita de Siqueiros, traído también por Berni en 1933 ayuda a definir su personalidad artística.
Trabajó desde la creación del Museo “Castagnino” junto con sus organizadores y como secretario de la dirección. Fue jurado en varias oportunidades y se destacó por su criterio amplio y generoso en cuanto a su función como generador de actividades artísticas ajenas. Este cargo lo desempeñó hasta que por motivos exclusivamente políticos fue dejado cesante por el peronismo junto con el director Hilarión Hernández Larguía en 1946.
En 1943 había ilustrado un libro de Rosa Wernicke titulado “Las colinas del hambre”, novela que conmovió profundamente por que en ella se hacía una dura crítica social desde la visión
de quienes vivían en esas primeras “villas miseria” que comenzaron a aparecer en nuestra ciudad por esos años.
De esta relación, surgió el gran amor de su vida, su “Gringa”, quien dejó todo lo que tenía para irse a vivir con Julio enfrentando lo que en la época fue un gran escándalo social. Esta mujer de gran capacidad en poco tiempo contrajo una larga y dura enfermedad que la fue anulando física y psíquicamente y con la que vive gracias a los esfuerzos y el amor de quien era definitivamente su compañero. A comienzos de septiembre de 1971 terminan los padecimientos de Rosa Wemicke y con ellos, los que por ella sufría su eterno amante.
Sus muestras en Buenos Aires y los premios obtenidos, fueron un continuo en su vida. Fue fiel no solo a quien amaba, sino a sus amigos con los que fue de una destacada generosidad.
Ya viudo, cuando en 1981 cumple 80 años, el intendente Alberto Natale decide hacerle un homenaje de su ciudad para el que convoca a una comisión municipal de la que tuve el honor de formar parte junto con mi padre. Esta posibilidad de demostrarle el afecto, respeto y reconocimiento de sus conciudadanos, fue una de las más gratas en la que pude participar a lo largo de mi vida. En ese momento, el Museo “Castagnino”, le dedica una muestra gigantesca organizada por su director Rubén de la Colina, que ocupa ambas plantas completas del edificio. Simultáneamente, como director del Museo de la Ciudad, organicé una exposición que daba a conocer al Julio Vanzo no académico, el de sus caricaturas y dibujos, su juego de naipes inspirado en la Guerra Civil Española, sus esculturas y sus medallas. Injustamente motivado por el afecto que me tenía, dijo que ésta muestra era la que representaba su verdadero ser. No era cierto, pero sí fue gratificante que me lo dijera con un abrazo el día de la inauguración.
Vanzo muere en 1984 y es enterrado junto a su mujer, a aquella a la que nunca dejó de querer.
SUS MEDALLAS
DOMINGO FAUSTÍNO SARMIENTO – 1968
Viene a continuación una pieza en la concreción de la cual yo tuve mucha participación. Era la época del gobierno del general Juan Carlos Onganía y todo tipo de referencia política o relacionada con lo democrático estaba fuertemente vedada. Un colega numismático, el Sr. Yair Bergel, sugiere para 1968, acuñar una medalla que rememorase el centenario de la
presidencia de Domingo Faustino Sarmiento. Puesto que Julio era amigo, nada me costó convencerle de llevar adelante este proyecto. Nos vimos muy seguido en aquellos días, visitándolo en su atelier, que era también su casa, frecuentemente. Tengo un recuerdo imborrable de su mujer sentada en un sillón de respaldo elevado sin presentar ningún signo de lucidez y estar hablando Vanzo y yo como si ella realmente participase de esa conversación que partía de recuerdos que él traía de mi infancia y que se suponía ella compartía. Fue muy penoso el momento por el cariño que sentía por ellos y además, porque durante la creación del plato escultórico tuvo una crisis muy grave que llevó a su internación.
Vanzo trabajaba con arcilla, al mejor estilo clásico. No usaba – como lo hacía Bames – la plastilina italiana que es tanto más práctica y resistente durante el modelado. Esta técnica hizo que durante la internación de Rosa, el paño húmedo que cubría el plato de arcilla, se secara y el trabajo que había realizado de un perfil derecho total de Sarmiento se cuarteara y perdiera total e irremediablemente. Durante un tiempo conservé estos trozos de arcilla reseca que se hubieran convertido en una hermosa medalla.
Recuperada su “Gringa”, comenzó otro retrato de Sarmiento, casi de frente, con su belfo prominente y con un fondo totalmente irregular al que quiso darle un aspecto como de una moneda romana. Parecía el retrato de un imponente emperador. Fuimos innumerables veces al taller de Olinto Gallo, hasta que quedaron a su gusto las letras del reverso y la pieza se acuñara correctamente. Se fabricaron en cobre florentino, plateado y dorado y se hicieron con y sin argolla para colgar. Lamentablemente por una cuestión de presupuesto, el diámetro elegido resultó pequeño para tan logrado retrato. Queda para otra oportunidad la acuñación en buen módulo. Asimismo se realizó un ejemplar en oro que le fue entregado a Julio Vanzo por Jorge Recagno – en ese momento presidente del Círculo Numismático de Rosario – y al finalizar una conferencia sobre esa brillante presidencia en el Museo Histórico y a cargo del periodista Raúl Gardelli.
Con una reacción típica de Vanzo, agradeció la oportunidad de hacer ese cuño, que se le había brindado y lamentaba que se hubiesen tomado el trabajo de hacer esa pieza en oro, porque en realidad, la había hecho para mí. Varios se sorprendieron con esta salida. Debo reconocer que no era mi caso. Un tiempo después, el artista recupera el plato original en yeso y lo patina con sus propias manos dándole un tono de bronce florentino con tornasolados en los bordes y me lo obsequia con motivo de mi casamiento, formando parte desde ese momento de mis colecciones.
DESCRIPCIÓN DE LA PIEZA
Anverso: Cabeza de frente derecha de Domingo Faustino Sarmiento. A la derecha en la parte inferior firma en letra cursiva “Julio Vanzo”
Reverso: Leyenda perimetral superior en sentido del reloj “CIRCULO NUMISMÁTICO DE ROSARIO” en inferior en sentido contrario “-1868 . 12 . OCTUBRE . 1968 Leyenda interior en siete líneas: “HOMENAJE / – EN EL – / CENTENARIO / – DE LA – / PRESIDENCIA / – DE – / D. F. SARMIENTO”
Oro 32 mm (ejemplar para el autor)
Cobre florentino 32 mm
Cobre dorado 32 mm Cobre plateado 32 mm
2011
BICENTENARIO DEL NACIMIENTO DE DOMINGO FAUSTINO SARMIENTO
Anverso: En el centro y dentro de un círculo, cabeza de frente derecha de Sarmiento, abajo a la derecha la firma del artista Julio Vanzo, en el arco superior el nombre del prócer DOMINGO FAUSTINO SARMIENTO, en el arco inferior las fechas 1811 + 1888-2011
Reverso: El emblema del Instituto Bonaerense de Numismática y Antigüedades.
Grabador: Hugo Ponturiero
Taller acmador: Medallas Americanas
Metal: Bronce
Cantidad Actñada: 20 Medallas Medida: 60 mm.